martes, 3 de marzo de 2009

PURIM (I)

INTRODUCCION

"Mientras todas las festividades pueden desaparecer a la llegada del Mashiaj, Purim jamás desaparecerá, así como leemos" (Ester 9:28): "Estos días de Purim no caeran en desuso, ni la memoria de ellos se acabara de entre su descendencia... ’’ (Midrash Mishle, 9).


Sobrados motivos habrán tenido y sostenido nuestros sabios de bendita memoria para realizar tal afirmación. Pues, al igual que todas nuestras celebraciones, sus costumbres y el recuerdo que ellas generan no deben pasar desapercibidas para ninguno de nosotros. Sin embargo, a Purim le cabe una particular dimensión en el calendario festivo d e Israel. Tal vez porque los opuestos, las contradicciones, la complejidad y el asombro se dan cita en día tan peculiar. Al vez por el raudo pasaje de la oscura muerte a la luz de la vida, o de la insoportable angustia del terror y el llanto a la explosión de la alegría. Meses, días, horas, instantes todos, en fin, donde apreciar no solo la mano del hombre que se levanta contra su prójimo, sino, y por sobre todo, la inmensa bondad de "otra mano" ("Jad Jazaka"): una "mano poderosa que nos llevo —como pueblo y como individuos— a reeditar el milagro y Su salvación.

Será por ello la afirmación. Pues los hechos pertenecen, es cierto, a "baiamim hahem" ("aquellos días"), aunque como Am Israel, nos los encontremos viviéndolos muy a pesar nuestro "en este tiempo" ("Bazeman haze"), al decir de la plegaria...

Un poco de historia...

Purim significa "echar la suerte". En la Persia imperial de Ajashverosh, hace mas de 2.500 años, se echo la suerte para determinar el día en que se exterminaría a todos los judíos del reino, dispersos en su 127 países. "Un pueblo disgregado y disperso en el mundo, que la ley del rey no cumple..." fueron mas o menos las palabras del intolerante de turno. Era un hombre que todo lo tenia. Poder, honor, riquezas, familia...

Pero algo le faltaba: mientras todos los habitantes de Shushan la ciudad capital del reino lo reverenciaban y le rendían pleitesía, y en silencio se sometían a cuanto vejamen el déspota decidía, hubo un judío, tan solo uno, que no lo hacia: Mordejai Halchudi.

Mordejai, el judío en el exilio, integrante del cuerpo social de una nación hebrea alejada de sus fuentes, dispersa en su espíritu, viviendo en la opulencia y en la comodidad. Un pueblo al cual la diáspora le propino el peor de los castigos: el olvido. Había un hombre que no olvidaba. No era judío. Se llamaba Haman. No le preocupaba D-s. Le preocupaba el "pueblo de D-s". El judío Mordejai que se negaba a arrodillarse delante de el...

"...Falsa es la gracia, vana es la belleza..." (Shir haShirim, 31)

La historia de esta fiesta tiene otro nombre propio: Ester. Era una bella mujer. La Tora menciona otras como Sara, Rajel, pero la belleza de Ester dejo su impronta en su destino, un destino que ella eligió. Su especial condición la condujo al palacio real de Ajashverosh, a ocupar el lugar vacante de Vashti, la otrora reina, que decidió rebelarse ante su esposo y rey. Ester habría de ser una reina judía en tierras extrañas.

Sin embargo "...no revelo Ester su origen ni su pueblo, porque así le había aconsejado Mordejai". El judaísmo permanecería oculto, aunque no pasaría a ser una "intriga palaciega". Ester ocultaba su judaísmo...

Será allí, en medio de traiciones y riquezas, de conveniencias y mentiras donde Ester descubra su judaísmo. No dejaría de ser reina. No perdería su belleza. Pero sabría quien era, que era. Y con ello, daría por tierra con aquella terrible y temible enfermedad que se apodero de los judíos de aquel imperio: la enfermedad del olvido, de la cual tambien ella parecio padecer al vivir ya en el palacio real, en las esferas del poder.

La Meguila, que porta su nombre, nos la presenta como una niña huérfana. Su pariente mas cercano, Mordejai —judio deportado en el exilio babilónico— la había criado y cuidado como a una hija. Y aun cuando fue llevada entre las concursantes al puesto, Mordejai fue detras de ella, velando por su seguridad y su destino.
"...Et maamar Mordejai Ester osa" asevera el texto. Ester cumplía con cuanta orden emanaba de Mordejai. Pero la realeza tiene sus cosas. Y el tiempo hace lo suyo. Primero oculto su origen. No sabemos bien por que. Pero sabemos, con seguridad, que mas tarde lo negó.
"...LaIehudim haita ora vesimja, vesason vikar" (de Meguilat Ester). Para los judíos del reino hubo luz y regocijo y honor, narra la Meguila. Todos conocemos la historia y de como fracaso el plan antisemita de Haman. Pero no debemos dejar lugar a las interpretaciones fáciles.

No debemos permitir que mensajes pueriles ocupen el escenario de los hechos. No. Por desgracia, lo siniestro del suceso nos llama a reflexionar. Porque allí, en medio de los festines y borracheras palaciegas ("ketob leb hamelej baiain"), descubre Ester —a instancias de Mordejai— quien es ella, cual es su verdadero lugar y por quien deberá levantar las banderas de la libertad, el orgullo y la dignidad.

Allí es donde Ester "se juega". Frente al rey y a su demoníaco ministro Haman, quien astuto y vil, se aprestaba a colgar a Mordejai de la horca especialmente preparada en su propia casa... ¿Sarcasmo o brutalidad? Allí será, decíamos, donde Ester se despoja de sus vestidos de reina. Será allí donde los "velos" se corran y asome la verdad, desgarradora y acusadora: "...ish tsar veoieb, Haman hara haze..." "Un hombre enemigo y que odia, Haman, es ese malvado..." Ester tuvo valor, sin lugar a dudas. Supo en su momento conquistar el corazón de un rey y de toda su corte. Ahora era tiempo de abrazar al pueblo hebreo y a su propia historia.

Fue la primera fiesta de Purim. Ya no del "sorteo" y del exterminio. Purim se transformaba en la fiesta de todo un pueblo, a partir de Ester, aquella jovencita sensual, obediente, sumisa, bella... la que ahora no tuvo reparos en identificar delante del soberano a "mi pueblo" y "mi vida".
"Nistera darki meim HaShem". Ocultos son los caminos y los designios del Todopoderoso, dice el autor, y no todos me son comprendidos.

Mordejai y Ester comenzaban a ver, a develar el profundo sentido de esta historia: Ester no había llegado al trono para su propia gloria y honor. No era solo belleza. Llego a lo "mas alto" para ascender un peldaño mas: erigirse sobre la infamia y la impunidad del poder, del odio y de la intolerancia, para salvar a su pueblo, para identificarse con su pueblo. Es entonces cuando la oscuridad de la muerte cede ante el despuntar de la vida, cuando se disipan las tinieblas de la tenebrosa senda de la muerte ("gue tsalmavet") para descubrir Su Bondad, la de D-s, cada mañana, cada día, a cada paso de la historia que hacemos en nuestros y en los otros días.

Es entonces cuando para los "iehudim" hubo luz, y alegría, y regocijo, y honor. Porque cuando vencemos al olvido, vencemos a nuestro peor enemigo.

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